No estaba claro cuánto tiempo había pasado cuando una hermosa melodía llegó a los oídos de Senna. Esa canción…
—Hermana, no duermas más. Por favor, despierta, ¿sí? Te extraño tanto. Hermana, hace mucho que no me cantas para dormir. ¿Recuerdas esta canción? Siempre me la cantabas. Por favor, despierta, hermana. Estoy muy preocupado por ti.
La voz familiar resonaba en sus oídos—era la voz de Tobias. ¿Podría ser… que había muerto y lo estaba escuchando desde el cielo?
—¡Hermana, despierta! ¡Abre los ojos y mírame! Soy yo, Tobias. ¿Cómo pudiste ser tan cruel y dejarme atrás?
La voz de Tobias se tornó cada vez más afligida, ahogada por las lágrimas. Grandes y cálidas gotas de sus lágrimas cayeron sobre el rostro de Senna.
—Tobias… —era realmente su voz. Senna abrió los ojos de par en par y, al ver ese rostro familiar tan cerca del suyo, las lágrimas comenzaron a brotar sin control por sus mejillas. Instintivamente lo abrazó, sollozando:
—Tobias, eres tú… Lo siento… lo siento mucho…
—¡Herma