Vanessa estaba ansiosa y desesperada, así que volvió a marcar el número de Luca. Una vez más, fue el abuelo Kensington quien contestó.
Sin preocuparse por su confusión, Vanessa suplicó entre lágrimas:
—Abuelo, por favor… ¿puede dejar que Luca vuelva? Solo un momento. Isla se niega a comer y de verdad no sé qué hacer. Tengo miedo de que se muera de hambre…
Antes de que pudiera terminar la frase, el abuelo Kensington colgó.
Vanessa se quedó mirando el teléfono, incrédula.
En ese mismo momento, Luca acababa de salir de la ducha y se dio cuenta de que había dejado el móvil en la mesa del comedor. Secándose el cabello, bajó a recogerlo.
En cuanto desbloqueó la pantalla, vio que Vanessa lo había llamado dos veces, pero ambas aparecían como “recibidas”.
Luca miró al abuelo Kensington con extrañeza.
—Abuelo, ¿ha llamado alguien hace un momento?
El anciano, completamente concentrado en las noticias financieras de la televisión, respondió sin interés:
—No lo creo.
—¡Abuelo! —Luca alzó la voz, s