Al entrar al comedor, quedó atónita ante la opulencia que se desplegaba ante ella: un banquete extravagante digno de la realeza. Sus labios se tensaron; el mundo de los ricos era algo que jamás podría comprender. ¿Esto se consideraba una “comida sencilla”?
Se acomodó casualmente en un asiento y estaba a punto de sentarse cuando una criada a su lado intervino de inmediato, alarmada:
—Señorita Skye, no puede sentarse ahí…
—¿Ah, no puedo? —Zara alzó la mirada hacia Magnus, parpadeando inocentemente—. Entonces, ¿dónde debería sentarme?
—Retroceda —Magnus lanzó una fría mirada a la criada antes de que sus labios se curvaran en una ligera sonrisa—. Ese asiento es para usted. Nadie más está calificado para ocuparlo.
—¿Qué tiene de especial ese asiento? —preguntó Zara, arqueando una ceja mientras se sentaba.
—Tienes hambre, así que solo come —Magnus no respondió a su pregunta. En su lugar, tomó los cubiertos y se los entregó, y con la cuchara sirvió una porción de huevas de cangrejo en su pla