Gracias a un investigador privado, Mariah logró concertar una reunión con la persona que intentaba vender la grabadora a un precio elevado.
—Debes ser la señorita Mariah —dijo el hombre, sonriendo mientras agitaba la grabadora en su mano—. Soy una persona directa: dame cinco millones y esta grabadora será tuya.
—Quiero escuchar el contenido primero. ¿Cómo sé que no intentas estafarme? —respondió Mariah sin dudar; no tenía intención de que la engañaran con su dinero.
El hombre se rió con complicidad y encendió la grabadora. Poco a poco, una voz emergió.
—Ayúdame a matar a alguien; mejor si parece un suicidio.
—Matar a alguien por cinco millones. Después de que completes el trabajo, te enviaré al extranjero. ¿Qué te parece?
—Exactamente. Mientras cumplas esto, recibirás cada centavo que te prometí.
—Entonces… ¿ya eliminaron a Vanessa?
Mariah se quedó atónita. Su intención inicial era verificar si el hombre realmente tenía la evidencia que buscaba, pero el contenido de la grabación super