Sin Alden, Beatriz sintió como si hubiera perdido a su mano derecha. La idea de que le arrebataran a su peón más valioso la llenaba de un resentimiento profundo.
—Todo es culpa de Vanessa —bufó entre dientes—. Si esa mujer miserable no hubiera seguido compitiendo conmigo por Luca, nunca habría terminado metida en este lío, ni habría cometido estos errores.
—Ella va a pagármelo —juró en voz baja.
Como Vanessa valoraba tanto a Cortex, Beatriz decidió que se encargaría de que esa compañía no sobreviviera. A ver cómo pretende pelear conmigo después de eso.
Con ese pensamiento, tomó su teléfono y llamó a uno de sus socios comerciales.
—Señor Aamon, cuánto tiempo.
—¡Señorita Langley! Qué grata sorpresa. ¿Qué la trae a llamarme hoy? —contestó él, realmente sorprendido.
Beatriz soltó una risita astuta.
—Jajaja, pues escuché que su empresa empezó a trabajar con Cortex recientemente. ¿Es cierto?
Al oírlo, el corazón de Aamon dio un vuelco.
No era raro que Beatriz supiera sobre la asociación —la