Después de todo, Lorena Vargas siempre había sido una mujer que no se retractaba.
Como directora de Inmobiliaria Panorama, y además mujer, tenía que lidiar constantemente con accionistas que eran como tiburones. Era fácil imaginar lo difícil que había sido para ella sobrevivir en ese entorno.
Pero Lorena nunca había compartido nada de eso con Sofía.
Lo que más le repetía era la necesidad de hacerse cargo de la empresa, de aprender a valerse por sí misma cuanto antes.
En sus recuerdos, su madre siempre había sido estricta y dominante, exigiendo perfección en lo más mínimo.
Era la primera vez que oía a su madre disculparse.
Lorena observó el prolongado silencio de Sofía, sintiéndose un poco inquieta.
Bajó la mirada, sus largas pestañas ocultando la decepción en sus ojos.
«Pensándolo bien, sí me pasé hace un rato».
«¿Por qué no pregunté bien antes de ponerme del lado de Eduardo Vega?».
«Una es mi hija, el otro prácticamente un extraño... y yo elijo creerle al de afuera».
En ese instante,