Después de que todo salió a la luz, Lorena Vargas ya no tuvo ánimos para seguir y la fiesta terminó de forma abrupta.
Alejandro y Sofía tomaron el carro de regreso a casa.
Apenas entraron al recibidor, la mirada de Alejandro se volvió ardiente y posesiva, clavándose en Sofía.
Sus ojos oscuros e intensos parecían querer devorarla por completo.
—Estabas preciosa hoy.
La voz de Alejandro sonaba grave y magnética, cada palabra parecía nacer de lo más profundo de su ser.
Sofía sintió cómo sus mejillas se tiñeron de un ligero rubor bajo su mirada posesiva e insinuante.
Empujó levemente el pecho de Alejandro, intentando zafarse.
—Suéltame, estoy muy cansada. Quiero dormir.
Sin embargo, Alejandro no tenía la menor intención de hacerle caso.
La tomó en brazos y caminó a grandes zancadas hacia la habitación, con la mirada llena de deseo por ella.
—Lástima... ya es tarde.
Sofía soltó un grito ahogado y se aferró a su cuello con ambas manos.
—¡Alejandro! ¿Qué haces? ¡Bájame ya!
Él la depositó con