Capítulo 54
El señor Héctor escuchó sus palabras y apenas asintió con la cabeza.

Se puso unos guantes y palpó con sumo cuidado el jarrón.

Tras un largo rato, levantó la vista hacia Eduardo Vega.

—¿Cuánto le costó, si se puede saber?

Eduardo irguió la cabeza con orgullo e hizo un gesto con la mano indicando una cantidad considerable.

—Mientras a mi suegra le guste, el dinero es lo de menos. ¡El dinero no es lo importante!

Se oyó un murmullo de asombro entre los presentes.

—¡Vaya que el joven Vega se lució esta vez! Se nota que es de familia de dinero, ¡qué espléndido para los regalos!

—¡Muy generoso!

Eduardo escuchaba los halagos con una sonrisa de suficiencia. Miró al experto.

—¿Qué me dice, señor Héctor? Impecable mi elección, ¿o no?

El señor Héctor pensativo se acarició el mentón barbado, entrecerró los ojos y negó.

—Una lástima… tanto dinero, para que resulte ser una imitación.

De golpe, a Eduardo se le mudó el color de la cara.

—¿Cómo que falso? —preguntó con la voz tomada—. ¡Pero si me costó
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