La mañana siguiente, Sofía se despertó con el sonido del despertador.
Se frotó los ojos lagañosos y buscó a tientas el otro lado de la cama, pero estaba vacío.
Alejandro no había vuelto anoche.
Algo indescifrable entristeció la mirada de Sofía.
Se destapó, puso los pies descalzos en el suelo y caminó apresurada hacia el clóset.
Eligió al azar un suéter de punto color crema y un pantalón negro de pierna ancha.
Después de arreglarse, desayunó algo rápido y salió deprisa.
Al llegar a la oficina, Sofía fue a su lugar, encendió la computadora y empezó a trabajar.
Sin embargo, le costaba horrores concentrarse.
No dejaba de pensar en la expresión distante de Alejandro al teléfono la noche anterior y en cómo se había marchado abruptamente.
Sofía se preparó una taza de café. Eso pareció despejarla un poco y pudo volver a concentrarse en sus tareas.
Casi al final de la jornada, la pantalla del celular de Sofía se iluminó: tenía un mensaje de WhatsApp.
Era de Valeria.
[Sofi, no se te vaya a olvid