Resultaba tan inverosímil que a Laura le costaba trabajo creerlo.
—Yo…
Daniel se rascó la nuca, un poco apenado. Parecía que quería decir algo, pero no se atrevía. Ella lo miró, genuinamente extrañada por su actitud.
—¿Por qué tanto misterio?
Se lo preguntó sin la menor vacilación.
Sin el filtro idealizado con el que solía verlo, para ella, Daniel ahora no era más que un hombre cualquiera. Ante la pregunta directa y la curiosidad de Laura, a él no le quedó más remedio que contarle lo que había estado haciendo los últimos días.
—He estado en la empresa de mi familia, pero de incógnito. Nadie sabe quién soy.
—¿Y?
Laura seguía sin entender. ¿Un niño rico como él era capaz de soportar esas dificultades?
—Se lo pedí yo a mi papá. Ya no quiero seguir perdiendo el tiempo. Quiero estar contigo lo antes posible.
Daniel se quedó pensativo un momento antes de añadir:
—Para poder heredar la empresa, tengo que pasar una prueba que me puso mi papá. Y es una prueba para mí también.
—¿O sea que estás