—¡Claro que es en serio!
Eduardo levantó los dedos como si hiciera un juramento.
—Te lo juro, Vale. Después de lo de hoy, me di cuenta de que me gustas todavía más. No puedo estar sin ti. Quiero que estemos juntos siempre, no estoy jugando.
Valeria, sentada en el carro, lo observaba. Al ver la seriedad del hombre, su corazón cedió.
—Está bien, entiendo lo que quieres decir. Cuando llegue a casa, voy a hablarlo con mi mamá.
Lo decía en serio. Aunque se había peleado con Sofía y estaba muy molesta por el favoritismo de su madre, un asunto como el matrimonio era diferente. Esperaba tener la aprobación y la bendición de Lorena.
No era algo que le concerniera solo a ella, sino a las dos familias.
En este tipo de asuntos, ella era bastante tradicional.
Aunque él estaba un poco decepcionado de que no aceptara en ese momento, ver que había logrado contentarla era un avance, así que una sonrisa volvió a dibujarse en su cara.
—Te lo agradezco mucho. Por favor, háblale bien de mí a tu mamá.
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