Ahora que necesitaba ayuda, no podía permitirse dudar. Tenía que dar un paso al frente y enfrentar la situación, no esconderse como una cobarde.
Si se acobardaba ahora, ni siquiera ella misma podría respetarse.
Los cuatro se agruparon alrededor del celular, conteniendo la respiración, esperando a ver si Carlos contestaría.
Para su alivio, no los decepcionó.
Al ver quién llamaba, él dudó, pero enseguida comprendió que Sofía tenía que estar del otro lado de la línea. Aun así, atendió la llamada. Después de todo, se trataba de su madre, y ella tenía todo el derecho de saber cómo se encontraba.
Un destello de alivio iluminó sus ojos cuando vio que la llamada había sido aceptada. Sabía que el método funcionaría; a pesar de todo, aún quedaba algo de confianza entre ellos.
Una vez que se enlazó la llamada, le hizo una seña a su asistente para que hablara y preguntara dónde estaba su madre.
La asistente de Sofía se aclaró la garganta y dijo en voz baja:
—Este… asistente Ponce… lo llamo porque…