Si así eran las cosas, entonces le iba a enseñar a Sofía a comportarse.
Justo cuando la mano de Lorena iba a golpearla, un agarre firme la detuvo.
Estaba a punto de estallar, pero al voltear se encontró con la atractiva cara de Alejandro.
Por alguna razón, al principio se sintió un poco intimidada.
—¿Tú qué haces aquí?
Apenas lo dijo, se arrepintió.
«Se supone que yo soy la mayor, ¿por qué me siento nerviosa frente a un joven como él?»
Con ese pensamiento, se compuso, enderezó la espalda y sintió un aura imponente proveniente de él.
Él ignoró su actitud y fijó su atención en Sofía.
—¿Estás bien?
El enojo la invadió al ver que la ignoraba.
Pero Alejandro llevaba un traje que acentuaba sus hombros anchos y su cintura estrecha, dándole una autoridad impresionante.
Por alguna razón, enfrentarse a un hombre así le provocaba miedo; un temor que le nacía desde dentro.
Las palabras que quería gritarle se le atoraron en la garganta y no salieron.
«Mejor lo dejo pasar. Ya les daré su lección en