Cualquier otra persona habría hecho bastante más que eso.
Pero el miedo inicial de Eduardo se había disipado, dejando en su lugar una extraña calma. No dejaba de darle vueltas a la idea de buscar a Sofía para invitarla a salir. Después de todo, era la oportunidad perfecta. Ya que Daniel había fallado, él debía aprovechar la situación y actuar.
Planeaba conquistarla justo en el mejor momento de su carrera. Así, se quedaría con ella y con su dinero, y por fin dejaría de sentirse como un inútil en su propia casa. Lo que tenía con Valeria era, en el fondo, solo un arreglo para mantener contentos a sus padres.
Con las manos firmes en el volante, tenía más claro que nunca lo que deseaba. El dinero era una cosa, pero estaba decidido a que ella también fuera suya.
La sola idea de la belleza exquisita y deslumbrante de Sofía lo inquietaba. Si de apariencias se trataba, estaba mil veces mejor que Valeria. A veces se preguntaba cómo era posible que, siendo hijas de la misma madre, Sofía tuviera r