Alejandro, lejos de soltarla, la sujetó con más firmeza y fue al grano.
—Has estado enojada conmigo todo este tiempo por lo de Jimena, ¿no?
Al escucharlo, Sofía sintió una mezcla de ira y sarcasmo que casi la hizo reír. Decidió dejar de reprimir lo que sentía.
—Así que tú también lo sabías, ¿no?
Sus hermosos ojos se clavaron en los de él, fijos e inexpresivos. No sabía cómo enfrentarlo. Desde el principio, su relación había sido una apuesta arriesgada, y ella nunca se había hecho ilusiones sobre el resultado. Pero desde que supo de la existencia de esa mujer especial en su pasado, a Sofía le resultaba imposible tratarlo con indiferencia. El amor que había mantenido oculto en el fondo de su corazón comenzaba a agitarse de nuevo.
Al encontrarse con la mirada de Sofía y comprender lo que había en ella, la primera reacción de Alejandro fue de asombro, seguido de una inmensa alegría que lo inundó por completo.
«¿Su Sofi está celosa?», pensó. «¿Eso significa que ella también siente algo por