Interesante.
Sofía desvió la mirada y, clavándola en Alejandro, dijo:
—Bueno, ¿ya terminaste de hablar con tu hermanita? Si ya acabaste, vámonos al cuarto. Estuve todo el día en la oficina y me duele horrible la espalda y la cintura. Anda, ven a darme un masajito.
Sofía se llevó una mano a la cintura, le lanzó una mirada de reojo a Alejandro y empezó a caminar hacia la habitación.
La escena lo dejó con los ojos fijos en ella.
Sobre todo, esa mirada coqueta que Sofía le había dedicado era pura coquetería y le provocó un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo.
—¿Por qué te quedas ahí parado? ¿O no quieres?
Añadió, fingiendo indiferencia:
—Si no quieres, no importa. Yo voy a dormir sola.
Jimena apretó los puños con fuerza. Sus ojos, casi siempre vivaces y tiernos, ahora contenían una furia apenas disimulada y miraban fijamente a Alejandro.
No podía creerlo, su Alex no iría con ella.
¡Seguro que no!
Pero al instante, la realidad la golpeó con toda su fuerza.
—No, ahorita voy —dijo él, y