—No te preocupes. Te juro que no voy a decepcionar a Sofía.
Marcela se bajó del carro y se alejó dando brinquitos.
En cuanto se fue, el interior del carro quedó en completo silencio. Estar los dos solos, y más con la situación que habían vivido últimamente, hacía inevitable que el ambiente se sintiera un poco tenso e incómodo.
Alejandro intentó romper el hielo.
—Ejem… Como ya no hay nadie atrás, ¿no quieres pasarte aquí adelante, al asiento del copiloto?
—No, muchas gracias. Estoy bien aquí.
Sofía lo rechazó de manera tajante, sin la más mínima vacilación. Desde el día en que vio a Alejandro y a Jimena juntos en la misma habitación, sus sentimientos hacia él se habían vuelto muy confusos.
Cada vez que lo miraba, la imagen de Jimena aparecía sin falta en su mente. Era como si, de hecho, ella fuera la intrusa en esa relación. Solo de pensarlo, le parecía una situación absurda.
Alejandro apretó el volante. Su voz sonó grave y un tanto seductora.
—La vista desde aquí es mucho mejor que al