Sofía asintió levemente y entró en la habitación donde la esperaba Lorena.
Al verla, tan deslumbrante, su madre no pudo ocultar el asombro en su mirada.
Contemplando la cara delicada de la joven, que apenas maquillada revelaba una belleza casi etérea, se sintió profundamente satisfecha.
—No te pongas nerviosa esta noche. En el baile de apertura, tienes que lucirte, ¿eh?
Ella asintió; comprendía la importancia de ese primer baile, su gran oportunidad para presentarse formalmente ante la sociedad.
—¿Alejandro ya llegó? —preguntó Lorena.
Sofía recordó el mensaje que le había enviado.
—Ya casi. Me mandó un mensaje hace poco, dice que viene en camino.
—Perfecto. Ya sabes cómo son las cosas en la familia; si no, no tendría sentido que entraras a Panorama.
Ella asintió comprensiva y acompañó a su madre hacia el imponente salón de fiestas.
Para cuando ambas aparecieron, el lugar ya estaba prácticamente lleno de invitados.
Lorena sentía un orgullo y una alegría que apenas podía disimular; sabía