Al escuchar sobre la familia Vargas, Daniel quedó petrificado, sin poder reaccionar al instante.
Abrió los ojos desmesuradamente y la boca se le entreabrió ligeramente. Su voz se disparó de forma abrupta, confiriéndole un aire casi ridículo.
—¿Tú eres la heredera de la familia Vargas?
Sofía arqueó una ceja y asintió con convicción.
—¿Y eso a ti qué te importa?
Era irónico, pensó ella. Después de tres años juntos, él seguía sin tener la menor idea de quién era en realidad.
El gerente del vestíbulo también observaba a Daniel con extrañeza. «Qué tipo tan escandaloso», pensó.
Su tono exaltado había captado la atención de varios curiosos a su alrededor.
Se habían convertido, sin querer, en el centro de un pequeño escándalo.
Recordó los tres años que pasó con Sofía: su ropa siempre fue de lo más común, incluso vivía en un departamento rentado hasta que él, harto de la situación, le insistió en que se mudara a su casa.
«¿Cómo demonios iba a ser ella la gran heredera Vargas?», se preguntó.
Un