Sofía permanecía de pie a un lado, con una sonrisa imperturbable. Esta vez, por fin podía respirar aliviada.
Había superado la prueba de su madre; lo que venía ahora era el verdadero desafío.
Una vez que el entusiasmo general se disipó, Lorena, con una sonrisa que le iluminaba la mirada, observó a su hija.
—Sofía, ven a mi oficina, por favor.
Ella se sorprendió un poco, pero asintió sin decir más y siguió a su madre fuera de allí.
—Seguro la directora le va a dar algún premio a Sofía.
—Yo digo que lo más seguro es que la ascienda.
—Tienes razón. Al final, todos hemos visto de lo que es capaz Sofía.
—Claro, para conseguir este proyecto, ¡las ideas de Sofía fueron clave, aportaron un montón!
Nadie en el departamento tenía segundas intenciones; todos se alegraban genuinamente por ella.
Mientras Sofía seguía a su madre hacia la oficina, un pensamiento la asaltó: «¿Mamá va a cumplir con su parte de la apuesta?»
Sin embargo, después de lo ocurrido la última vez, una espina seguía clavada en