Pero es que Valeria siempre tuvo una salud delicada. Por eso, Lorena siempre había sido un poco más paciente con ella. Además, Valeria era… tan especial.
Al pensar en esto, Lorena apretó los labios. Miró a su hija y dijo:
—Qué considerada eres, mi niña. Ya entendí. Hablaré con tu hermana sobre eso. Tienes razón, para que la gente te respete, la opinión de todos es muy importante. No se puede ser testaruda.
Valeria sonrió ampliamente.
—Me basta con que usted me entienda. Yo también lo hago por el bien de mi hermana.
—Claro, claro, buena niña.
Lorena le dio unas palmaditas suaves en el dorso de la mano y cambió de tema, centrándose en ella.
—Mi niña, tú eres buena, siempre lo he sabido.
—Pero, ¿qué piensas hacer con lo de Eduardo?
Aquello, sin duda, era un asunto que la atormentaba. Al fin y al cabo, ambas eran sus hijas, y que ahora estuvieran envueltas en un escándalo tan bochornoso por culpa de un tipo… ¿Acaso no sería motivo de burla para todo el mundo?
Valeria apretó el borde de su