Capítulo setenta y ocho. ¿Qué puede ir mal?

¿Qué puede ir mal?

El gemido que salió de los labios de Paula fue los buenos días que Arturo estaba buscando conseguir de su esposa.

—¿Qué haces? —preguntó Paula sintiendo un ligero cosquilleo en su cuello y espalda.

—¿Qué es lo que imaginas que estoy haciendo? —preguntó el hombre en tono ronco y apasionado.

—Arturo…

El magnate no respondió con palabras, su respuesta fue demostrativa. Bajó sus labios al hombro de Paula y fue dejando un sendero de besos por ellos, mientras sus dedos recorrían el canal de su columna vertebral.

El cuerpo de Paula se estremeció de anticipación, habían hecho el amor la noche anterior, pero Arturo parecía insaciable esa mañana.

Un nuevo gemido abandonó los labios de Paula al sentir a Arturo entrar en una sola embestida en su estrecho canal.

—A esto le llamo tener un delicioso despertar —susurró Arturo, enterrándose entre las suaves y redondas nalgas de Paula, penetrándola desde atrás una y otra vez.

Ella abriéndose como un girasol lo hace para recibir los
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