Sarah
Salí del jardín sin mirar atrás, como si correr pudiera borrar lo que acababa de pasar. Mis pasos resonaban contra la grava húmeda, mezclándose con el eco de mis propios latidos. Cada golpe de mi corazón parecía recordarme que estaba viva, que había besado a Devon… que Cristhian no lo estaba. La culpa me mordía desde dentro, y cada inhalación me hacía sentir más pesada, como si el aire hubiera perdido oxígeno y solo me devolviera ceniza.
Me apoyé contra la pared de la casa, tratando de recuperar el control. Las manos me temblaban y mi vientre se movía inquieto ante la tensión. Cerré los ojos y respiré hondo, intentando convencerme de que lo que había pasado era un error, un impulso, fruto del dolor y la confusión. Nada más. Devon… era solo un refugio temporal, una manera de sentirme sostenida cuando el mundo se desmoronaba. Nada más.
Sin embargo, cada vez que su rostro aparecía en mi mente, cada risa silenciosa, cada gesto de cuidado, cada mirada que parecía atravesarme hasta el