II - Cita

Alecksander escuchó el suave llanto de Regina en la oscuridad de la habitación. Le dolía verla sufrir y sentir esas emociones decaídas a través del vínculo. Se acercó a ella en la cama y la abrazó por detrás. Ella se volteó y se acomodó bien entre sus brazos.

—Me duele —dijo llorosa.

—Lo sé, mi amor. Era tu padre —le acarició la espalda como forma de consuelo—. ¿Quisieras hacer algo para conmemorarlo?

—No. No realmente. Sé que tengo que salir adelante, sacar adelante a Leyla.

Alecksander asintió.

—¿Quieres que salgamos con Leyla mañana? Podríamos llevarla a almorzar afuera y luego al cine.

—¿De verdad? —preguntó y se secó las lágrimas. Alecksander asintió de nuevo—. Me encantaría.

—Entonces iremos. También quisiera que tú… solo si quieres, no estás obligada…

—Dime… —la mano de Regina acarició con suavidad el brazo fuerte de Alecksander.

—Me refiero a que tú visitaras a nuestra tribu, los lugares donde viven las manadas humildes —propuso—. O que tú me acompañaras a alguna reunión impo
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