DALIA
El auto se detuvo frente a Urgencias y el mundo empezó a moverse más rápido que mi miedo. Adriano me bajó en brazos como si el suelo quemara. Lía abrió paso con una sola mirada. Enzo habló con el guardia sin dejar de mirarme el labio partido. Yo sentí a mis tres pequeños como un rumor tibio bajo la mano.
—Estoy bien —le dije a Adriano, solo para verle aflojar los hombros un poquito—. Ellos también.
—No voy a creerlo hasta oírlo —respondió, y besó mi frente.
Me recibieron en una sala clara. Luz blanca, olor a desinfectante, una camilla que crujió cuando me acomodé de lado. La doctora llegó rápido, pelo recogido, ojos atentos.
—Soy la doctora Valderrama —se presentó—. Me dijeron accidente y embarazo múltiple de cuatro meses. Vamos a revisar todo. ¿Dolor abdominal? ¿Sangrado?
—No —respondí—. Solo el susto y el labio.
Adriano se mantuvo a mi lado, la mano firme sobre la mía. Sentí su pulso desbocado. Si pudiera, le habría prestado el mío.
Pusieron el doppler primero. El gel estaba