ESCAPADA ROMÁNTICA.
ADRIANO
Desperté antes que el sol terminara de trepar por la ventana. La luz entraba suave, y el cuerpo cálido de Dalia seguía pegado al mío, respirando lento, enredada en mis brazos. Tenía una mano sobre mi pecho y un mechón de su cabello me rozaba la barbilla. Me quedé un instante así, mirándola, grabando la escena en la memoria.
Una sonrisa se me escapó sin remedio.
Hoy sería el día. Por fin podría secuestrarla un rato del mundo. Solo un día y una noche. Un respiro. Una pausa para volver a ser nosotros.
Dalia se estiró perezosa, frotando su mejilla contra mi pecho antes de abrir los ojos.
—Hola, amor… —murmuró, con esa voz medio dormida que siempre me derrite—. ¿Por qué esa sonrisa tan sospechosa?
—Porque estoy feliz —respondí, besándole la frente—. Al fin podré secuestrarte. Serás solo mía, mi flor. Hoy no habrá llamadas, ni juntas, ni llantos de bebés. Estaremos solos.
Sus ojos se abrieron, brillantes, y sonrió.
—¿Es hoy?
—Sí. —Le acaricié la mejilla—. Ya tengo todo listo. Ven, p