Casa de Davide Queen, Milán. 2:07 A.M.
Después de hacer su papel de desesperado y fingir que Chiara había ganado, entró a su despacho, abrió en cajón de la esquina y sacó el llavero, mismo donde estaban las llaves de las demás habitaciones que permanecían cerradas.
Podría, simplemente, entrar a una de las demás, dormir allí y hacer como que nada había pasado, pero ¿qué tenía eso de gracioso?
Admitía que Chiara fue astuta y que eso no se lo esperaba, llegó a pensar que ella tomaría algunas mantas y se acostaría en la habitación de su hijo, pero no robarle su cama, su habitación. Eso no se lo esperó.
Se quitó los zapatos en su despacho, saliendo solamente en calcetines, apretaba en su mano las llaves para que estas no sonaran, miró la de su habitación y la tomó lentamente, evitando por todos los medios el tintineo, era tarde, ella tendría que estar ya dormida.
Cuando escuchó el “clic” del seguro, empujó la manilla y miró hacia dentro, confirmando la presencia de su esposa sobre la cama.