Capítulo 8
La voz de Simón temblaba.

—¿Quieres decir que Ana solo tenía un riñón desde siempre?

La bruja médica corrigió:

—La señorita Ana debió haber donado antes. Por eso le quedaba uno. Al descubrirlo, ya estaba muerta por el veneno. Para no desperdiciar el órgano, lo trasplantamos.

Añadió con queja:

—Ustedes ignoraron mi informe. Siguieron a la otra paciente y prohibieron interrupciones. Por eso dejamos a la señorita Ana en la morgue.

Simón se desplomó en el suelo.

—La obligué a donar con solo un riñón... Yo la maté.

De repente, alzó la vista.

—¿A quién se lo donó antes?

Nadie respondió, así que llamó a su subalterno.

—Investiga el trasplante del padre de Ana hace cinco años. ¡Descubre la verdad!

En una noche, la evidencia llegó. Simón examinó los documentos con rabia contenida, junto a mi cadáver. Acariciando mi mejilla, dijo con voz ronca:

—Sabía que eras pura y bondadosa. ¡Fui un tonto por dudarlo al oír lo que dijeron los otros! No te preocupes, juro hacer justicia. Laura paga
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