Mi mamá cacheteó a Laura con desesperación.
—¿Cómo te atreviste? ¡Era tu hermana! ¿Por qué la quieres muerta?
Laura se tocó la mejilla roja. Nadie la había tratado así. Sus ojos estaban llenos de odio.
—¿Por qué ella merecía todo? ¡Éramos gemelas! Nos veíamos iguales. ¿Por qué siempre fue mejor que yo? ¡Ustedes la preferían! ¿Para qué me tuvieron?
Mi mamá quedó atónita.
—¿Acaso no te dimos todo? Tu padre y yo solíamos ser justos con las dos. Después de la cirugía de mi papá, hasta te consentimos más. ¿Todavía tienes quejas?
—¿Y eso basta? Yo tenía sus cuidados, pero ella tenía un compañero de alma perfecto. Si no tuviera familiares, Simón la amaría igual.
Laura arrancó sus cabellos y gritó:
—¡Ella merecía morir! Todo lo que tenía me pertenecía a mí. ¡Simón era mío! Ya que está muerta, ¡Simón será mi compañero de alma!
Mi madre retrocedió tambaleándose.
—Estás loca... Ana, hija mía... ¡Perdóname!
Sus ojos se voltearon al desmayarse. Mi papá la sostuvo en silencio. Su aura emana