Capítulo 2
Los ojos me ardieron y me los froté con fuerza antes de irme.

Simón me bloqueó en la puerta.

—Laura debe tratarse en la cabaña médica, por lo que no podrá terminar su ensayo de la academia de hombres lobo. ¿No escribías un estudio sobre la Belladona? Justo coincide con su tema de investigación, préstale tu documento como material de consulta.

¿Prestar? Contuve mis sentimientos. Como Laura era frágil, siempre hice sus tareas académicas y hasta la ayudé durante los exámenes. Ella nunca permitió que yo destacara, pero plagiándome llegó a ser una estudiante ejemplar. ¡Esta vez no escribió ni una sola palabra! Solo esperaba copiar mi trabajo.

Mi madre, al verme callada, dijo:

—Laura es lista, pero su salud arruinó sus estudios. Ya que eres la hermana mayor, ayúdala.

Pasé cinco años escuchando lo mismo, ya debería haberme acostumbrado, pero cada vez que ocurría, el pecho se me oprimía.

Asentí con una sonrisa forzada.

—Bien. Voy a buscarlo ahora.

Esta sería la última vez. Tras mi muerte, sin mi trabajo, ¿acaso ella lograría graduarse?

—Sabía que aceptarías. Por eso lo traje.

Simón sacó mi ensayo del bolso y lo depositó en manos de Laura.

Ella me sacó la lengua, sonriendo triunfal. Simón acarició su cabeza, diciéndole algo al oído en voz baja. La cara de Laura se puso roja y le lanzó una mirada coqueta. Sin palabras, solo observé su intimidad. Si mi loba no hubiera muerto por el veneno de lobo, gritaría dentro de mí. Decidí salir de la cabaña médica. Risas alegres sonaron a mis espaldas, así que nadie me detuvo esta vez. Quizá ni notaron mi partida.

En casa, miré ese «hogar» acogedor y tomé una decisión. Borraría todas mis huellas, no habría ningún rastro mío. Si ya no existía en sus corazones, mi herencia material también desaparecería. Empaqué ropa, artículos diarios, fotos, regalos que me habían dado la familia y Simón... Guardé todo y lo tiré al basurero.

Terminé jadeando del cansancio. El veneno, a través de mi sangre, invadía mis extremidades. Cada movimiento me desgarraba dolorosamente. Moriría pronto…

Al recuperar el aliento, me acosté.

En ese momento, Simón regresó y mis padres sostenían a Laura, llorando detrás de él.

—Ana —me criticó Simón con decepción—, prometiste prestarle tu ensayo a Laura. ¿Cómo es posible que te juntaras con extraños para acusarla de plagio?

Laura se secó las lágrimas.

—Hermana, entiendo tu enojo por prestármelo. ¡Pero hacer que tu tutor me difame en línea para que todos me criticaran! ¡Qué malvada eres!

—¿Por qué hay tanta pelea en esta familia? —preguntó mi madre angustiada. Luego, ella palmeó la espalda de Laura suavemente—. No llores, dañarás tu salud. ¡Haré que tu hermana se disculpe!

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