El Enemigo que no Tiene Nombre.
No llegó como una amenaza, llegó como una solución. Eso fue lo que más me desconcertó después, cuando empecé a revisar mentalmente cada gesto, cada palabra, cada silencio.
Porque no irrumpió, no exigió, no impuso nada. Simplemente apareció en el punto exacto donde el sistema empezaba a mostrar grietas más grandes de las que yo podía contener sola.
Su nombre apareció primero en un correo reenviado.
Nada directo, nada personal. Un “ponte en contacto con”, un “puede orientarte”, un “nos ayudó en situaciones similares”. El remitente era alguien a quien todavía le debía un favor menor. El asunto era genérico: Optimización de procesos sensibles.
Abrí el mensaje sin expectativa.
Dorian se presentaba como consultor externo, intermediario técnico. Alguien que sabía moverse entre estructuras que preferían no mirarse de frente. No ofrecía soluciones milagrosas, no prometía resultados rápidos, nolo se ponía a disposición.
—Si necesitas ordenar información dispersa.
—Si necesitas entender cómo se