Algo se Mueve Entre las Sombras.
La primera señal de que algo no estaba bien apareció incluso antes de cruzar la puerta de la oficina.
El pasillo que llevaba al ascensor del edificio corporativo siempre me había resultado rutinario, incluso anodino: luces blancas, mármol frío, pasos apresurados de empleados que nunca se detenían a mirar a nadie.
Pero esa mañana, mientras avanzaba, sentí que cada paso que daba producía un eco distinto. Como si el sonido no rebotara igual en las paredes. Como si hubiese algo… o alguien… absorbiéndolo.
Mi estómago se tensó.
La nota seguía quemándome en el bolsillo trasero de mi bolso, como si fuese una brasa envuelta en papel barato.
“Cierra la ventana.”
Tres palabras que no deberían significar nada, pero lo significaban todo. No había viento en mi departamento.
No había forma de que el papel hubiera entrado por casualidad. Alguien estuvo ahí. O alguien quería que yo creyera que estuvo ahí. Y no sabía cuál de las dos opciones era peor.
Entré al edificio con la tarjeta magnética y el lec