El Acosador.
El día había empezado mal. Lo había sentido incluso antes de abrir los ojos: un silencio demasiado denso en la habitación, esa clase de silencio que uno reconocía como una advertencia, como si la casa respirara distinto.
No era una alarma concreta, solo esa sensación irracional de que algo estaba fuera de lugar. Pero todo se volvió real cuando vi al hombre.
No debería haberme detenido, lo sé.
Debería haber seguido caminando, haber actuado como si nada, pero mi cuerpo se congeló por completo al verlo apoyado en esa camioneta gris, idéntica a las que veía en los estacionamientos industriales, con vidrios polarizados y esas llantas que siempre parecían listas para arrancar a toda velocidad.
Llevaba una gorra negra que le ocultaba parcialmente la cara, pero aun así pude sentir sus ojos clavándose en mí.
No era la mirada de un curioso, no era la mirada de un desconocido aburrido esperando a alguien. Era una mirada dirigida, precisa, como la de un cazador que finalmente encuentra la presa q