Punto de Vista de Kyle
Sus manos en mi cabello se sentían como volver a casa. Mia nunca había sido tan atrevida antes, siempre vacilante, siempre esperando que yo guiara. Pero ahora su boca se movía contra la mía, mordisqueando juguetona, provocando, persuadiéndome a responder como ella quería.
—Mia —logré decir entre besos—. Estás borracha.
Sus mejillas se sonrojaron, un rosa bonito que se extendía por su cuello, pero había un brillo en sus ojos que me apretaba el pecho. Se rio contra mis labios.
—Quizás. ¿Importa?
Debería. Dios sabía que debería. Pero cuando se presionó más cerca, todo pensamiento racional huyó. Este beso era diferente: desesperado, hambriento, despojado de pretensiones. Podía saborear el tequila en su lengua, mezclado con algo únicamente de ella.
—No deberíamos —dije, incluso mientras mis manos se posaban en su cintura, jalándola más cerca.
—¿Desde cuándo dudas? —Su voz tenía un desafío que encendió algo primitivo en mi pecho.
El sarcasmo en su tono me hizo gruñir.