Punto de Vista de Kyle
Escuché el estruendo del vidrio rompiéndose seguido del grito de Mia, agudo de miedo. Algo en su voz me heló la sangre. No era su angustia callada de siempre, sino pánico puro.
Mis pies se movieron antes de que pudiera pensar. Subiendo las escaleras de dos en dos, llegué a su habitación justo cuando otro grito resonó en la oscuridad.
—¡Ayuda! ¡Que alguien me ayude!
Lo que vi me detuvo el corazón. Mia estaba en el suelo, rodeada de fragmentos brillantes de lo que debió ser el florero de cristal de su mesita de noche. La sangre brotaba de su pie donde había pisado el vidrio roto, pero fue su rostro lo que me atrapó: los ojos desenfocados, la forma desesperada en que sus manos buscaban en el aire vacío.
—¿Mia? —me moví con cuidado entre los vidrios—. ¿Qué pasó?
—No puedo... —su voz se quebró, las lágrimas corriendo por sus mejillas—. No puedo ver. No puedo ver... nada.
En veinte años dirigiendo Empresas K.T., entre fusiones y crisis y negocios multimillonarios, nunc