Punto de Vista de Kyle
Los recuerdos llegaban sin ser invocados en la oscuridad de mi habitación, alzándose como fantasmas desde las profundidades de mi mente. Cerré los ojos, y de pronto tenía siete años otra vez, parado en el estudio de mi padre con esas imponentes paredes de caoba y el perpetuo olor a puros que siempre me apretaba la garganta.
—Recuerda, Kyle. —La voz de mi padre resonaba a través del tiempo, tan fría y precisa como el vaso de cristal cortado en su mano—. En este mundo, tu existencia no tiene sentido a menos que demuestres ser digno del apellido Branson.
Recordaba lo alta que parecía su silla de cuero, cómo la luz del atardecer a través de la ventana proyectaba su sombra larga sobre la alfombra persa. Cómo me quedaba parado ahí, con la espalda recta a pesar de mis temblores, mientras él me evaluaba con esos ojos gris acero que yo había heredado.
Había tocado el boletín con un dedo manicurado. —El segundo lugar no es aceptable. Los Branson no quedan en segundo lugar.