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El auto negro discreto avanzó y se detuvo cerca de un barrio en los suburbios.

Alonso salió rápidamente y se perdió entre las oscuras callejuelas.

— Vamos a la mansión – Leroy le ordenó al chofer, porque hoy hacía de jefe.

Miró a la ciudad nocturna pasar a través de los cristales oscuros del lujoso, pero discreto Bentley.

Ya quería regresar al sur con la familia Edwards, ver a su propia gente, a su hermano pequeño que se había recuperado y a excepción de los medicamentos que tenía que tomar de por vida, por lo demás, era un adolescente como otro cualquiera.

Su madre trabajaba en la mansión del sur para la Sra. Eva y era muy bien tratada.

Todo se lo debía a los Sres. Edwards.

Sobre todo, le agradecía demasiadas cosas a Henry, muchas más de las que verdaderamente tenía que haber hecho por él, y si su familia vivía mejor, era por este trabajo tan bien pagado.

Las órdenes de Henry Edwards, las cumplía de manera impecable y a conciencia por agradecimiento y sincera fidelidad.

El
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