Sentí que el teléfono de Nick sonó, él dejó de abrazarme y me removí inquieta, pero sentí que él se levantó y caminó hacia la ventana.
Intenté volver a dormir, pero sus susurros no me dejaban, hasta que algo de lo que escuché me puso alerta.
—¿Qué carajos me estás diciendo? —espetó molesto y mantuve mi postura de “dormida”—. Ya lo sé… está dormida… Avísale que lo veré en mi oficina… No, veré cómo lo resuelvo. Tú solo haz tu trabajo.
Lo escuché maldecir y dar unos pasos, sentí la cama hundirse pero se puso de pie otra vez y salió de la habitación, dejándome bastante desconcertada.
Me desperté temprano en la mañana y al abrir los ojos, noté a Nick luchando por ponerse la camisa. Me incorporé lentamente y lo observé unos segundos antes de preguntarle qué rayos hacía.
—¿Qué ocurre, Nick? ¿A dónde vas?
Él frunció el ceño, mientras forcejeaba con la manga de la camisa.
—Tengo que ir a trabajar. Ya no soporto estar aquí encerrado —dijo casi de mala manera.
Sabía que discutir con él no servi