DYLAN
Ada nunca paraba. Estaba siendo estirada en múltiples direcciones solo para intentar llegar a fin de mes. ¿Cómo era posible que trabajara tan duro y aun así no pudiera permitirse mantener un apartamento?
—Yo pondré a Harper en la cama —dije—, para que puedas empezar.
Sus ojos se entrecerraron ligeramente. —¿Estás seguro?
—Claro que sí. —Me puse de pie y la enfrenté directamente—. Si me envías una muestra de redacción esta noche para que la revise antes de dormir.
Por un segundo, solo me miró. Y luego estalló en risas.
—¿Para qué? —preguntó entre risitas.
—Necesito un nuevo gerente de redes sociales. Tú necesitas un trabajo. Sea lo que sea que te pague tu trabajo de recepcionista, obviamente no es suficiente.
Ella movió la mandíbula. —No puedes darme un trabajo.
—¿Por qué no?
—Porque… —Extendió las manos—. Eso es parecido a las otras cosas que intentaste hacer. Darme dinero o comprar una casa adosada.
Solté una risa. —No, no lo es. No es nada parecido, y de hecho, ni si