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Alonzo miró a su esposa, que acababa de colgar el teléfono. Mariola se volteó, la inquietud grabada en su rostro.

—Algo trae entre manos, Alonzo, algo trae entre manos —dijo, un nudo en la garganta—. No es normal que esté tanto tiempo afuera. ¿Cómo es que de repente cambió de parecer y ahora ni siquiera regresa a la casa? Estoy bastante preocupada.

Alonzo, que hasta ese momento había permanecido en silencio, se sintió hostigado.

—Ya basta, mujer. También la estamos asfixiando demasiado. Déjala tranquila. Quizás está intentando recuperarse y tú solo quieres que vuelva a encerrarse en esa habitación. ¿Eso es lo que quieres?

Mariola, ante las palabras de su marido, se quedó pensativa. Quizás tenía razón. Quizás estaba asfixiando a su pobre hija. No dijo nada más y simplemente desapareció de la vista de Alonzo.

Bianca le dio un sorbo al batido que había pedido, sintiendo el frío de la bebida en su garganta. Clara, por su parte, tomó de su bebida, sus ojos fijos en Bianca, esperando. Final
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