Bianca todavía se sentía estúpida. Haber acudido al piso de su exesposo y la noche que le siguió la hacían sentir terrible. Esa noche, en su cama, se dijo a sí misma una y otra vez: "Eres una tonta, Bianca. No tenías por qué hacer eso. Pudiste haberte detenido, pero no lo hiciste. Otra vez volviste a caer. De verdad, no sé en qué estabas pensando". Repetía las palabras, bastante afectada por todo lo que había pasado.
A la mañana siguiente, cuando se despertó, no quería salir de la cama. Estaba exhausta. Se quedó mirando el techo antes de levantarse, su mente se llenó de nuevo con las imágenes de la noche anterior. Resopló. No quería seguir torturándose con el recuerdo, pero lamentablemente, los pensamientos seguían clavados en su cabeza. Se prometió a sí misma que no volvería a repetirse una situación como esa, pero sabía, en el fondo, que fallaría, que volvería a caer.
Finalmente, se levantó de la cama, dándose ánimos. Se miró al espejo, notando lo afectada que se veía. Sus ojos no b