Eric salió disparado de la mansión, el eco de su voz aún resonando en sus oídos. Se subió a su auto y pisó el acelerador, sintiendo una furia cruda y poderosa que lo consumía. Durante el camino, pensó en llamar a Isaac, su amigo de siempre, para desahogarse. Pero se contuvo. No quería molestarlo. Solo quería estar solo. Solo, con el peso de la rabia y el resentimiento.
Una vez que llegó a su piso, sintió que todo a su alrededor era una presión. A pesar de ser un adulto, de tener su propio dinero y su propio poder, odiaba que su padre siguiera dando dictámenes sobre su vida, sobre lo que debía o no hacer. La autoridad de George se sentía como una sombra que lo cubría todo. Lo hacía sentir impotente, como si no pudiera tomar una sola decisión por sí mismo.
Se desplomó en el sofá, con la cabeza entre las manos, sintiendo la frustración. Su padre había sido el autor de sus peores decisiones, y ahora quería seguir controlándolo. Su vida, en ese momento, se sentía como una farsa. No quer