Capítulo 4: Nacimiento

Alice estaba sobre la cama y su bebé no estaba con ella, recién despertaba, sintiéndose muy extraña luego de la cesárea, recordaba haberse quedado dormida, pero nunca recordó haber visto a su hijo. Habían pasado varias horas desde la cesárea, ella no sabía nada de él.

—Es un niño.—dijo su hermana mayor, Sofía, recién dándose cuenta Alice que su hermana estaba allí con ella.—Diste a luz a un niño.—volvió a decir con una sonrisa.

—Quiero verlo, necesito verlo.—Alice levantó su mano para que su hermana de acercara.

Su hermana tomó asiento a su lado y sujetó su mano para lo siguiente que le iba a decir.

—Alice, no nació un niño sano y por el momento no puede estar a tu lado, es prematuro y tiene otros problemas con los que nació. A decir verdad, y espero que seas fuerte, él tiene pocas probabilidades de vida, está muy débil y…—ella comenzó a llorar al saber la condición de su hijo, sin dejar a su hermana decirle todo lo que tenía que contarle sobre la pequeña criatura.

La pena de Alice era muy grande al saber que su hijo no estaba bien, al saber que no nació sano y que a lo mejor estaba sufriendo.

—Quiero verlo. ¡Quiero verlo! ¡Llévame con él, Sofi, por favor!—intentó incorporarse y fue allí cuando se dio cuenta que todo le dolía, todo. No podía moverse mucho. Llevó sus manos hacia su vientre, tenía la herida por la cesárea, la anestesia comenzaba a perder efecto y el dolor la agobiaba, era fuerte y muy intenso.—Duele.—se quejó entre llantos.—Me duele mucho.

—Voy a llamar al doctor, Alice. Regresaré enseguida.—Sofia salió de su habitación y Alice siguió llorando, un poco por su bebé, un poco por el dolor.

Cuando su hermana regresó, volvió con un doctor.

—¿Qué siente, señora Graham?—le preguntó, observó sus ojos, miró que la cesárea estuviera cubierta y luego apretó un poco sus tobillos.

—Es…aquí.—señaló la parte de la cesárea.—Duele mucho.—indicó, dejando escapar un quejido de sus labios.

—Ya regresaré para administrarle algo para el dolor. Espere un segundo y la enfermera no tardará en venir también.

—Espere…por favor.—le detuvo antes de salir.—Necesito ver a mi bebé. ¿Qué es lo que pasa con él? No me ha dicho nada sobre él.

—Lo siento, ahora mismo su bebé está siendo tratado en otra sala.—fue todo lo que le dijo y ella seguía sin comprender porqué no le daban todos los detalles de lo que pasaba.

—¡Pero no lo he visto!—gritó molesta, una exigencia para ver a su hijo.—¡No he visto a mi hijo! ¡Exijo verlo! ¡No pueden tenerme sin verlo!

—Tranquila, Alice. Ellos solo están haciendo lo mejor para él, no te desesperes.

Había un enorme miedo en Alice si no veía a su bebé, necesitaba conocer su rostro, saber que estaba bien, tenerlo entre sus brazos, sobre su pecho.

—Tiene que permanecer allí y usted aquí luego de la cesárea, es por la condición del bebé. A lo mejor en unas horas puede verlo, quizás lo traigan aquí más tarde.—le dijo, logrando tranquilizarla un poco.

—Nuestros papás vienen en camino. Mary, Loren y Sami estaban aquí, pero han tenido que marcharse antes de que despertaras. Puede que regresen a lo largo del día, quizás en la noche. Por cierto, los padres de Robert no están aquí y tampoco está él.—aquello le pareció sumamente extraño a Sofía. Era le nacimiento de su nieto, ¿dónde estaban? ¿Dónde estaba Robert Graham que no estaba al lado de su esposa en un momento como ese? ¿Cómo es que no llegó al hospital con ella a la hora de parto? ¿Por qué no estaba a su lado? Sofía no podía creer que existiera algo más importante que eso.—¿Cómo es que tu esposo no está aquí a la hora de tu parto? ¿Cuándo fue la última vez que lo viste?—preguntó con disgusto.

—Anoche, pero no te preocupes, él seguro que sabe que estoy aquí, pero no le interesa lo que pase o deje de pasar. Es un completo idiota y prefiero tenerlo lejos. Me alegro de que no esté aquí, Sofi.

—¿No se llevan bien?—ya iba siendo muy obvio por las palabras de Alice con respecto a él.

—¿Cómo pueden llevarse bien dos personas que no se conocen y fueron forzadas a casarse? ¿Pueden llevarse bien dos desconocidos sin nada en común?—preguntó con descontento.—No podemos llevarnos bien, no tenemos nada en común. Él parece un dictador y obviamente yo soy la que debe someterse a sus órdenes, sin opinar, sin quejarme, solo obedecerlo, porque al parecer mi esposo tiene un fuerte complejo de superioridad que no lo deja ni escuchar mi voz, porque cree que le voy a quitar su voz o su don de mando, como si mi existencia pudiera poner en peligro la suya, lo que me parece muy ridículo. Teme a lo que sea que yo diga, sintiéndose ofendido con cualquier cosa que salga de mi boca, aún sea la más mínima, porque cree que yo quiero dirigirlo, que me siento superior a él y tiene todo eso en su cabeza desde el día de la boda. Sofía, este matrimonio nunca debió de realizarse y no intento hacerme la víctima, pues él tampoco me ama, así que debe de estar siendo igual de difícil para él todo esto.

—Pero, ¿cómo es que han compartido todos estos meses luego de la boda? No lo comprendo. Tienen casi un año de casados, este matrimonio tiene casi un año, ¿llevan todo ese tiempo así?—Sofia no entendía ni qué tipo de matrimonio era aquel y estaba perpleja con lo que decía su hermana, no imaginó que fuera tan difícil para ella o que aquella unión estuviera resultando tan mal.

—Es que no hemos compartido, más que el día de la boda y en la luna de miel. Robert solo necesitaba casarse con una Taylor y una vez que estuvo hecho, ya no existía yo para él. Él me abandonó en una casa y me ordenó no salir. Yo solo tenía que obedecer a mi esposo, nada más. Lo vi anoche, luego de meses desde que se fue. No sé nada de él, Sofía. Pero de verdad, me alegro que así sea porque es un idiota engreído. Antes pensé que…creí que solo lo detestaba, pero ahora sé que lo odio.—admitió por primera vez en voz alta.

—No puedes hablar así de tu esposo, Alice, en algún momento tendrán que convivir juntos, sobre todo ahora que tienen un hijo en común. ¿Cómo se va a llamar el bebé? ¿Ya tienen un nombre?—intentó cambiar de tema para no agobiar a la recién parida.

—Sí, yo le tengo un nombre. Se llamará Ethan. Me encanta ese nombre.—dijo en medio de una sonrisa. Ya el medicamento empezaba hacer efecto en ella y se iba sintiendo mucho mejor, cada vez dolía menos, pero seguía necesitando tener a su hijo cerca, poder conocerlo al fin.

—Es un buen nombre, Alice. Me gusta mucho.

Luego de un rato de charla con su hermana mayor, al suministrarle el calmante Alice quedó dormida.

Sofía miró con pena el rostro de su hermana menor, dándose cuenta de lo infeliz que ella era en aquel matrimonio, con un esposo ausente incluso en el nacimiento de su hijo.

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