—¡¿Qué demonios estás haciendo?! —exclamó Viktor iracundo, saliendo de la mansión con sus ojos llameantes.
—Yo solo quería… —Mikhail tartamudeó y tomó distancia de Viktor.
Solté la planta, dejando que la maceta en la que venía se hiciera pedazos. El dolor en mi cabeza era profundo e insoportable. La presioné con ambas manos, queriendo exprimirla y sacar mi agonía, pero la molestia no cedía. Comencé a llorar desconsolada, los sollozos salían de mi boca sin que pudiera contenerlos.
De rodillas ante el grosellero, lo tomé con fuerza por el tallo y lo partí por la mitad mientras todos mis recuerdos regresaban y me ahogaba entre humillaciones y gritos. Des