—Parece que mi hijo no ha sido capaz de educar a su salvaje esposa, ni a todas sus sirvientas —dijo Anastasia con la boca torcida—. Olga, hazte cargo de esta mujer que no sabe tener la boca cerrada.
En ese momento Olga sacó un delgado fuete que colgaba siempre de su cintura. Ahora entendía que lo usaba de la misma manera que mi padre lo usaba contra mí.
—¡No! Es injusto —exclamé poniéndome entre Olga y Maggie—. No permitiré que le pegues solo por intentar defenderme.
La mano de Olga se detuvo en el aire, no se atrevería a golpearme. De momento Maggie estaba a salvo.
—Dame eso… A mí no me temblará la mano —dijo Anastasia llena de coraje.&