Capítulo 80
— Patricia... — Augusto finalmente murmuró, la voz ronca, quebrada por la emoción. — Te encontré...
Ella seguía paralizada. Sus ojos, muy abiertos, se llenaban de lágrimas que no podían caer. El mundo giraba despacio mientras su corazón martilleaba en su pecho. El tiempo parecía burlarse de ellos, como si ambos estuvieran atrapados en un instante eterno.
Él dio un paso. Luego otro. Y uno más. Patricia retrocedió instintivamente, aún sin creer que eso fuera real. Se sentía como si estuviera soñando.
— ¿Qué haces aquí? — preguntó, con la voz baja, temblorosa.
— Buscándote. Todos los días. En cada rincón. En cada rostro. — Se detuvo, lo suficientemente cerca para sentir el suave olor de la crema que ella usaba. — No hubo un solo momento en que me haya rendido.
Patricia tragó saliva, su respiración oscilando.
— ¿Y por qué? ¿Por qué buscarme después de todo? — Sus ojos se llenaron de dolor.
Él se acercó un poco más.
— Te perdí. Y desde ese día... no puedo respirar bien.
Las lág