Capítulo 52
La noche romana estaba fría y silenciosa cuando el coche negro se detuvo frente al hotel de cinco estrellas donde se hospedaba la pareja. Augusto salió primero y dio la vuelta para abrir la puerta a Patrícia, que bajó todavía visiblemente afectada por los acontecimientos de la cena.
Ella apretaba con fuerza el bolso de mano rojo, como si aún canalizara allí la rabia del golpe que le había dado a Estela. Él se dio cuenta. Tomó su mano con delicadeza y se la llevó a los labios.
— Ya pasó, mi querida. Estamos lejos de ella ahora.
Ella suspiró, pero asintió con una pequeña sonrisa. El portero los saludó con una reverencia discreta, y pronto entraron en el vestíbulo.
En cuanto el ascensor se cerró, ella recostó la cabeza en el hombro de Augusto.
— No quería pelear. Pero no pude soportar verla tocarte.
— Hiciste lo que cualquier mujer enamorada haría — respondió él, pasando los dedos suavemente por su cabello.
El ascensor sonó. Salieron de la mano por el pasillo alfombrado y ent