Capítulo 51
El coche negro se detuvo suavemente frente al lujoso hotel donde se realizaría la cena benéfica.
Augusto bajó primero, se arregló la chaqueta con elegancia y, luego, abrió la puerta para Patrícia. Cuando ella salió del coche, un leve murmullo de admiración recorrió el grupo de invitados reunidos en la entrada.
Llevaba un deslumbrante vestido rojo de seda, de corte impecable y escote delicado en la espalda. El cabello recogido en un moño revelaba su nuca, pendientes discretos de diamante y un collar del mismo material brillaban en su piel.
— Buenas noches, Signori Avelar — saludó el maître, ligeramente sorprendido por el impacto que causaba la presencia de Patrícia. — Su mesa está reservada, por favor, síganme.
Augusto la condujo con un leve toque en la espalda, orgulloso de la mujer a su lado. Patrícia sonreía, gentil y discreta, pero sentía el calor de las miradas por donde pasaba. No necesitaba joyas extravagantes, ella era el brillo de la noche.
Cuando llegaron al salón