Hice lo que me pidió, respiré.
Sus ojos estaban fijos en los míos, observando cada reacción mía. Y como él prometió, no se movió dentro de mí, pero no necesitaba eso para que yo sintiera dolor. Lo sentía tan rígido dentro de mí, llenándome, y mi cuerpo extrañó aquella invasión. Me moví incómodo debajo de él, él tomó sus manos a mi cara y me hizo mirarlo.
— Mírame. — Ordenó.
Obedecí y poco a poco, sentí que movía sus caderas, en un lento movimiento de lanzadera dentro de mí. Traté de acostumbrarme a eso y aunque todavía me dolía un poco, me empezó a gustar.
Él rozó sus labios en los míos y lo besé, anhelando su boca en la mía, sus movimientos fueron volviéndose más intensos, más rápidos y yo gemí contra sus labios.
— John. — Me marché.
Tenía los ojos cerrados.
— Abra los ojos, princesa, quiero mirarle. — ordenó, porque el comandante parecía nunca pedir nada.
Yo los abrí y miré su rostro que denunciaba todo el placer que él sentía, yo compartía ese placer también. John llevó sus labios a