57. El peso de una declaración sin arrepentimiento.

Jimena y Louis llegaron al pasillo donde estaba la habitación de Arturo, de ahí salían en dos camillas, dos mujeres diferentes, una bañada en sangre. El corazón de Jimena dio un vuelco y no dudó en acercarse a obtener respuestas.

—¡¿Qué ocurrió?! —exclamó mientras un hombre la tomaba de los brazos y la hacía retroceder—. ¡¿Qué ocurre?! ¡¿Sofía?!

—Jimena… Cálmate… —El hombre que la sujetaba era Bennet e intentaba contenerla.

Cuando Jimena pudo identificarlo, se aferró a su bata. Estaba al borde del llanto y necesitaba respuestas.

—Tranquila, Sofía está aparentemente bien &md

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